Con motivo del día del niño que se celebró el pasado domingo. El sábado anterior a la festividad fuimos junto con un grupo de enduristas a los lugares más alejados de los cerros tucumanos a regalar juguetes, caramelos, y medicamentos a la gente que más los necesita y que pocas veces tiene contactos con gente de "la ciudad".
El despertador sonó ma las 6:30 am, las cosas ya estaban preparadas del día anterior entonces a las 7:00 ya estábamos saliendo a encontrarnos con la otra parte del grupo (en total fuimos 7 los que fuimos a esos inhóspitos destinos a llevar los tan necesitados bienes). Raco fue el km 0 para el viaje, allí bajamos las motos de las camionetas y empezó el recorrido.
Corrían las 9 de la mañana, y salimos por terrenos que, a medida que subíamos, se volvían más escabrosos y difíciles de transitar. Subimos los cerros hacia las cumbres calchaquíes pasando por muchos diferentes lugares. Llegando a la cumbre de los cerros, una nieve copiosa que nos acompañó por casi toda la jornada empezó a caer, las temperaturas no superaban los -7ºC y, sumado a que las ruedas de las motos pierden adherencia en esas condiciones climáticas, el recorrido fue más tortuoso.
Pasamos por aproximadamente 6 puestos o "Ranchos" en los que repartimos juguetes (autos y camiones para ellos, muñecas para ellas), dulces (caramelos de todo tipo, chupetines, chicles, gomitas, etc.), linternas (tan necesarias en un lugar donde la energía eléctrica practicamente es desconocida), y medicamentos (con sus explicaciones de uso, tan necesitados por lo lejos que se encuentran de cualquier médico).
Muchas cosas causaron un gran impacto durante ese día... La gente nos esperaba siempre con los brazos abiertos y la sonrisa en su cara al entregar cosas tan comunes para nosotros nos daba a entender que no lo eran para ellos. En los puestos más alejados, fue increíble ver como la gente se sorprendía cuando sacábamos una cámara de fotos (no sabían que era) o cuando aparecían esos hombres raros que parecian robots con sus armaduras. Pero, sobre todo, me sorprendió como esa gente subsiste con tan poco, aguanta el frío que parte la piel, come solo los pocos animales con los que cuentan, y, aún así, son felices.
Llegamos a las 12:30 a casa. Con frío, tal vez, cansados, seguro. Pero el haber ayudado a esa gente, combinando un deporte que tanto nos gusta y, lo mejor de todo, aprovechándolo para ayudar, fue lo más rescatable y lo mejor que me pasó en ese día y, creo, por mucho tiempo.
Germán Becker
El despertador sonó ma las 6:30 am, las cosas ya estaban preparadas del día anterior entonces a las 7:00 ya estábamos saliendo a encontrarnos con la otra parte del grupo (en total fuimos 7 los que fuimos a esos inhóspitos destinos a llevar los tan necesitados bienes). Raco fue el km 0 para el viaje, allí bajamos las motos de las camionetas y empezó el recorrido.
Corrían las 9 de la mañana, y salimos por terrenos que, a medida que subíamos, se volvían más escabrosos y difíciles de transitar. Subimos los cerros hacia las cumbres calchaquíes pasando por muchos diferentes lugares. Llegando a la cumbre de los cerros, una nieve copiosa que nos acompañó por casi toda la jornada empezó a caer, las temperaturas no superaban los -7ºC y, sumado a que las ruedas de las motos pierden adherencia en esas condiciones climáticas, el recorrido fue más tortuoso.
Pasamos por aproximadamente 6 puestos o "Ranchos" en los que repartimos juguetes (autos y camiones para ellos, muñecas para ellas), dulces (caramelos de todo tipo, chupetines, chicles, gomitas, etc.), linternas (tan necesarias en un lugar donde la energía eléctrica practicamente es desconocida), y medicamentos (con sus explicaciones de uso, tan necesitados por lo lejos que se encuentran de cualquier médico).
Muchas cosas causaron un gran impacto durante ese día... La gente nos esperaba siempre con los brazos abiertos y la sonrisa en su cara al entregar cosas tan comunes para nosotros nos daba a entender que no lo eran para ellos. En los puestos más alejados, fue increíble ver como la gente se sorprendía cuando sacábamos una cámara de fotos (no sabían que era) o cuando aparecían esos hombres raros que parecian robots con sus armaduras. Pero, sobre todo, me sorprendió como esa gente subsiste con tan poco, aguanta el frío que parte la piel, come solo los pocos animales con los que cuentan, y, aún así, son felices.
Llegamos a las 12:30 a casa. Con frío, tal vez, cansados, seguro. Pero el haber ayudado a esa gente, combinando un deporte que tanto nos gusta y, lo mejor de todo, aprovechándolo para ayudar, fue lo más rescatable y lo mejor que me pasó en ese día y, creo, por mucho tiempo.
Germán Becker
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